Dunas de Concón: un cuarto de siglo en conflicto

Por Maximiliano Duarte
Investigador

“El valor educativo y científico del Campo Dunar de la Punta de Concón que se distingue por sus arenas relictas y sus caracteres fisiográficos, que constituyen registros de la historia de la evolución de los paisajes costeros; el valor escénico y estético y el especial ambiente y belleza de este conjunto de dunas, asociadas a un borde costero de hermosos roqueríos, constituyen un patrimonio natural de gran valor que debe preservarse para las generaciones presentes y futuras”. Así describía el decreto Nº 481 de 1993 al sector del campo dunar de Concón de 50 hectáreas que, en esa época, el presidente Aylwin declaró como santuario de la naturaleza. La historia que sigue es bastante conocida por todos los conconinos. Un año después de dicha declaración, el mismo gobierno que –poéticamente- llamaba a preservar el campo dunar, redujo la zona protegida a 19 hectáreas. Años después -primero el 2006 y luego el año 2013-, la zona de protección se extendió hasta las 30 hectáreas que hoy conforman el santuario.

Como es sabido, el sector protegido no pertenece al Estado, sino a una empresa inmobiliaria que, durante años, ha pretendido construir en el sector colindante al santuario, poniendo en serio riesgo el ecosistema de las dunas y a sus más de 250 especies distintas de flora y fauna. El trabajo de organización de los vecinos de Concón ha sido destacado, logrando articular una serie de agrupaciones ciudadanas que han defendido el campo dunar, tanto en terreno como en tribunales. Y si bien durante los últimos años han logrado ganar algunas batallas, el conflicto no parece tener fin a corto plazo mientras no exista un compromiso político real de proteger las 20 hectáreas que colindan con el santuario, donde actualmente existen cuatro anteproyectos inmobiliarios que amenazan con destruir la zona protegida.

A lo anterior se suma un grave problema cultural, pues no parece haber conciencia respecto al valor multidimensional del campo dunar y a la fragilidad de su ecosistema. El sector presenta características que lo hacen único, y cuenta con la mayor diversidad de flora y fauna de todo el sistema dunar litoral de nuestro país, por lo que el valor científico y ecológico de la zona es inmenso. Pese a ello, centenares de personas acuden cada semana al santuario y atentan gravemente contra él, ya sea ingresando con automóviles 4×4 o dejando basura en la arena. Esto ha provocado que las mismas organizaciones que defienden la integridad de las dunas -y que se han opuesto históricamente a la expansión inmobiliaria de la zona– deban, además, acudir al campo dunar a limpiar los miles de desechos que la ciudadanía arroja en el sector.

Es destacable la labor que realizan organizaciones como Red Duna Libre, Ecoruta, Limpiando Inconsciencias, Patrimonio Vivo Costa, entre tantas otras. Todas ellas ejecutan desinteresadamente labores de limpieza que en países más desarrollados y con mayor cultura colectiva no tendrían que realizar. Urge mayor información, como carteles y señaléticas, que perfectamente podrían instalarle en la comuna y que permitiría generar mayor conciencia respecto al valor de las dunas y a los daños que provocan las actividades recreativas que día a día ahí se desarrollan, como el sandboard o el ya mencionado “jeepeo”.

Este año se cumplen 25 años desde el inicio del conflicto por la integridad del campo dunar. El llamado es a ser más proactivos, conscientes y preocupados de nuestro entorno. A tener un mínimo de respeto por la biodiversidad del santuario. A ser parte de la solución y no del problema. Quizás así le dejemos algo a las futuras generaciones. Que aunque ya no sea mucho, podría ser menos si no hacemos algo.